mujeres haenyeo: así son las últimas sirenas

Hyung S. Kim

No son las protagonistas de una película de Disney. Tampoco salen en ningún cuento para niños ni forman parte de alguna antigua leyenda marina. En la isla surcoreana de Jeju, las mujeres se lanzan al agua para dar de comer a los suyos. Sin oxígeno y con pocos medios de protección, siguen la tradición de coger de los fondos del mar solo lo necesario para alimentar a sus hijos. Ellas son las haenyeo, las últimas sirenas.

 

Mi voz es una sirena sollozante

y la gente cree que es un habla normal

Yehuda Amijai 

 Existe un lugar en el mundo donde las mujeres se sumergen a pleno pulmón para poder dar de comer a sus hijos. Un lugar en el mundo donde mar y mujer son sinónimo de simbiosis y hermandad. Un lugar en el océano donde la primera respiración que nace después de salir a la superficie se llama sumbisori, donde viven las últimas sirenas de la tierra,  las mujeres haenyeo (해녀), las que nadan hasta las profundidades en busca de alimento.

En la isla de Jeju, las niñas se convierten en sirenas cuando cumplían 16 años. Clases de natación y de muljil (el oficio de recolectar debajo del agua), las preparaban para su nueva vida en el agua. Aquí, la mar pertenece a las mujeres. Aquí, la isla volcánica ha dado cobijo a un matriarcado inseparable del océano, a una hermandad de mujeres que han sido y son el sustento de las familias y el motor económico de la región.  El cuerpo femenino en Jeju se venera. Ellas bucean mejor. Se sumergen mejor. Recolectan el alimento del fondo marino mejor. En la literatura, se tiene constancia de estas sirenas singulares desde 1105.  Mujeres que se rigen por el calendario lunar, que recogen con sus manos las vísceras que les ofrece el mar: conchas, pequeños caracoles, algas… con una sola condición que ellas han respetado a lo largo de su historia: solo se toma de la mar lo necesario para alimentar a su familia. Pero no todas vuelven a la superficie. Son muchas las que se pierden en las profundidades, víctimas del cansancio, de la falta de oxígeno, del ataque de los tiburones o las medusas.

Seo Jae-cheol

 

Cuentan que las embarazadas nadaban hasta el mismo día que daban a luz. Que los bebés, los dejaban en la orilla en pequeños canastitos, mecidos quizás por la brisa del mar, esperándolas a que regresaran para cuidarlos, mientras ellas, se zambullían durante horas y horas en el agua fría en busca del sustento.

Pero aquí las sirenas no son adolescentes tiernas ni jóvenes como la sirenita de Andersen. Aquí, las mujeres del mar son abuelas. Mujeres con el rostro lleno de arrugas que esconden, no un cuento para niños, sino una historia dura de supervivencia. Y puede que la palabra haenyeo (해녀) pronto se convierta en algo obsoleto, antiguo, como un objeto que se tira al mar y vuelve erosionado por las olas y lleno de arena. Las mujeres que dieron su cuerpo a la mar para mantener a su familia son hoy abuelas de niñas que al fin tienen los medios suficientes para poder ir a estudiar. En 1970, 15000 mujeres de Jeju eran sirenas. En 2002, solo quedaban 5600, de las cuales, la mitad supera fácilmente los sesenta años. Actualmente, el número de mujeres haenyeo no alcanza las 2500.

Joon Choi

 

La tradición está fallando. Son otros los tiempos que corren. Al fin, en Jeju las hijas y nietas de las sirenas pueden estudiar y salir del agua. Porque ellas, cuentan que el trabajo es duro y muy peligroso, pero  insisten, no quieren que se olvide el oficio, y quizás, una forma de vida y de ser. Porque ser haenyeo no se es solo en el agua. Para estas mujeres mayores, algunas con 80 y 90 años, ser sirena de Jeju es una forma de vida que nació alrededor del siglo XVII, cuando la isla se ahogaba en impuestos y los hombres se marchaban para buscar trabajo, quedándose ellas al frente. Cuando no están en el agua, cultivan la tierra y reparten beneficios. Son una comunidad de valores. Dedican un día al mes para limpiar la playa de la basura que deja el turismo y la pesca, y también han creado un refugio para las mujeres que son víctimas de la violencia de género. Aquí las sirenas siempre se ayudan las unas a las otras. Porque quizás, han compartido demasiado dolor de articulaciones, oleaje y corrientes, porque sus manos entienden como nadie cómo se rompe el mar con un cuchillo y el aire de sus pulmones. Mujeres fuertes de sororidad y agua.

*artículo publicado hace 3 años en Gonzoo (20 minutos)

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